domingo, 16 de septiembre de 2018

VISITANDO A LA FAMILIA PUDIENTE

Sueño: Ellos no quieren que nosotros vayamos, no importa, síganme a mí, yo sé cómo llegar, Decía Marlén. Entonces, nos salimos del camino de tierra principal y tomamos un sendero hacía la derecha. Marlén iba primero y todos la seguíamos, tras de mí iba una antigua y respetada alumna, de apellido Pérez (no recuerdo su nombre). Teníamos que agacharnos para ingresar al enorme sitio campestre, a  cuya casa queríamos llegar. Había un desdibujado cerco de alambre púas y ramas, pero de relativo fácil acceso.
     Una vez superado el obstáculo, llegábamos al patio de una casa muy grande y con piscina.
     Desde lejos observábamos al dueño, estaba muy sorprendido de la tremenda concurrencia, más todavía pues él sólo había invitado a un selecto grupo y había mucha más gente. Creo que esperaba ofrecer una recepción más íntima.
     Sin embargo, luego de mirar bien, se dió cuenta que había mucha gente de más disfrutando de sus canapés, y que obviamente no había sido invitada, se molestó muchísimo por el aprovechamiento. Se enfrascó en una discusión con su esposa, la cual había asumido la responsabilidad por toda la gente que había llegado y que la hacía feliz. Para ella eran sus invitados.
     Era de día, con una imagen clara y con sol. El cielo estaba radiante, aún cuando habían algunas nubes.
     El dueño de casa era alto y delgado, alrededor de unos 50 años. La primera impresión que me daba era el de una persona algo déspota y arrogante.
     Comienzo a recorrer la casa con absoluta familiaridad. En el comedor me encuentro con un amigo, Roberto A. Éste se encontraba preparando unos sándwiches para servirlos en el living.
     Antes de llegar al comedor, hice un largo recorrido por pasillos y habitaciones. En una de aquellas, se encontraban durmiendo dos jóvenes. Estaban dormidos boca abajo y desnudos. Al ingresar yo, ambos jóvenes, sorprendidos se despiertan, uno de ellos tenía una notoria erección. Tuve la sospecha de que algún rato antes ellos habían tenido algún tipo de intimidad, aunque yo no los había visto. Además, no era de mi incumbencia.
     Roberto comienza a calentar los sandwiches, y para ello hace un fuego, pero lo que usa de leña es una biblia católica; le hago ver que eso no era bueno, aunque pensaba para mí mismo que más que un sacrilegio, era una falta de respeto. Le digo que el fuego puede hacerse usando otro tipo de leña.
     Roberto se veía muy motivado en ir a servir al dueño de casa. No tengo idea si lo conocía de antes, si sabía cómo era su carácter o simplemente estaba tramando algo. Por mi parte, yo me había limitado a observar el encuentro entre ambas personas (para mí, muy parecidas...) Me quedé observando.
     Mientras el dueño de casa recibía la bandeja con sandwiches entregada de manos de Roberto, éste le daba las gracias por su atención, aunque de un modo más bien denominado como "un amable gesto coordinado y formal", pero en su rostro se dibujaba una innegable mueca arrogante y déspota. Sin embargo, mi amigo hizo caso omiso del gesto, no le dijo ni uno sola palabra, pero en su propio rostro dibujó una mueca similar, de manera caricaturas a, casi con Siena. En seguida se dirigió a la otra dependencia. En ese nuevo escenario se encontraba el hijo del dueño de casa. Este era joven pero adulto, su forma de hablar daba a entender su formación educativa, aunque algo distante. Era claro que tenía con su padre una carácter muy parecido. Ambos eran algo pedantes.
     Aunque en el living había mucha gente acompañándolo en la conversación, él parecía dar a entender que se encontraba algo ajeno al grupo, o al menos distante de él. El tema de conversación giraba en torno a lo que el hacía, y en lo que el trabajaba. La gente parecía estar escuchando con atención, pero si fuese posible acceder a la mente de cada uno de ellos, me atrevería a decir que era un momento más bien tedioso para todos. En un momento de la conversación, el joven da a entender que económicamente le va bien, pero que no le llena su corazón, lo que en verdad le gusta es lo que el antes hacía...
     De pronto, y para mi sorpresa interviene Carmen, mi esposa, y en forma directa le pregunta que cuál era ese antiguo trabajo que tanto le gustaba, el anfitrión pareció entusiasmarse con la pregunta, y ni corto ni perezoso le responde que atendía una lavandería, y el estaba a cargo de planchar la ropa, y súbitamente se levanta y sale del living, dirigiéndose a otra dependencia de la casa. Seguramente le tocaba usar esas planchas grandes, como tablas intervine. Así es, confirmando mi aseveración. Mi esposa se levantó de su asiento y quiso seguirlo, para conocer aquella plancha que usaba. Ambos se quedaron juntos conversando muy animadamente.

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