miércoles, 1 de noviembre de 2017

MIRANDO HACIA EL PASADO



        Acabo de dibujar a una de mis modelos favoritas mirando hacia el horizonte, para sorpresa mía, dicha imagen evocó un pasado personal ya distante en mi vida. Eran otros tiempos, eran los 80 viviendo entre Viña y Valparaíso. Eran los últimos años de la que creía yo, sería la carrera de mi vida. Afuera llovía torrencialmente y yo me encaminaba hacia el colegio Patmos, mi objetivo era asistir a una clase teórica de Gestalt con un reconocido psiquiatra, llevaba un par de años preparándome  por libros en forma paralela a mis estudios universitarios. Para mi sorpresa, el expositor referido me preguntó a qué había ido si había tenido tantas dificultades para llegar, para mi la responsabilidad es un valor que debo preservar, de modo que a pesar de la lluvia, el compromiso con su clase para mí era un hecho y debía asistir.

        Más adelante, en ese mismo año inicié un curso de tai chi. El oferente esta vez era un Hippie de Horcón. Dos meses duraba el entrenamiento en esa técnica china.

        Una cosa llevó a la otra y de algún modo fui encadenando mi vida. Casi sin saber me encontré perfeccionándome para ser algún día un terapeuta. Era un verano de 1987, había terminado mis estudios universitarios y “sólo” me faltaba hacer, entregar y aprobar una tesis para titularme de profesor… Quizás a la larga fue una de las tareas más difíciles que pude lograr. Los estudios para formarme como terapeuta me había desviado claramente de mi objetivo inicial y es que me encontré disfrutando de un ambiente muy distinto, era un curso de desarrollo personal, además varios amigos los encontré en el mismo ambiente. Pocas veces lo había pasado tan bien en un lugar, y por todo un mes, por paradojal que parecía, incluso en un estado de euforia me dí  un porrazo que me trajo como consecuencia una desafortunada bota de yeso. Me  había trizado el hueso y cortado los ligamentos del tobillo. Aun así, pienso que esos tres años han sido por lejos, los más intensos de mi existencia. Fueron tres veranos y luego todo el año de orbitar alrededor del mismo sol, la misma gente, y el mismo ambiente.

        Durante el año había comenzado a aprender una técnica de terapia denominada Eutonía y con ella había adquirido una eficiente herramienta para trabajar ofreciendo talleres de relajación. Con la Eutonía tuve mis primeras experiencias con grupos propios. Mucha gente que participó de dichas experiencias salían comentando acerca de las bondades de la técnica, especialmente en la facilidad para inducir sueño mientras se relajaban y entraban en contacto consigo mismas. En verdad me sentía dichosos por aquellos pequeños logros.

        Ese paréntesis tuvo una duración de casi nueve años, que fue exactamente la cantidad de años en que demoré en llegar a ser profesor. Por el mismo motivo, me era difícil encontrar trabajo y tuve que viajar a provincia para comenzar a trabajar. Es más, primero me casé, y estaba por titularme de padre cuando salió por fin el bendito título universitario.