Desde
niño tuve la motivación para hacer deporte, en muchas de sus modalidades. En los
años 80, recuerdo, mientras cursaba mis estudios de Educación Física, de Teoría
del Entrenamiento, conocí la palabra Valadalen.
Un importante entrenador físico, denominado “Gössa Olander”, de
nacionalidad sueca ofrecía su terreno montañoso, llamado Valadalen y los
atletas que lo conocieron lo denominaron “el
paraíso del atleta”.
Pero
por qué lo señalo en esta página, mientras trotaba en mi entrenamiento
deportivo, intercalando los pensamientos administrativos de llevar la cuenta de
las vueltas en la pista y dosificar las energías, surge en mi mente la consciencia
de la naturaleza, los pinos los arbustos, el suelo de maicillo, y el entorno
del parque, entremezclado con los rayos de sol que aparecían entre los árboles.
Era ese, efectivamente mi paraíso para entrenar, era mi “Valadalen”. También,
mientras trotaba por la pista, y luchaba por levantar un poco la cabeza para
mirar mejor el entorno, recordaba aquel tiempo en que leía el texto y llegó a
sobrecogerme a tal punto que incluso cuando tuve la oportunidad de plasmar la
palabra en algo, lo hice escribiéndola con un estampado azul en la espalda de
un buzo de entrenamiento, y que lucí por mucho tiempo mientras estudiaba en la universidad
porteña.
Es claro que mi afición deportiva, para muchas personas constituye algo que difícilmente haría por voluntad propia, por considerarlo un verdadero sacrificio; algo que para mí no es, y muy por el contrario, constituye una real fuente de rejuvenecimiento personal.
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