Si
me preguntas ahora, no puedo decir otra cosa que me gustas, y me gustas mucho,
tanto como la musa de mis sueños con la que ayer estuve, eres mi Sara, mi Viviana,
o mi Regma, quizás mi Alicia o mi Carmen, o mi Myriam, o mi linda Olivia.
Incluso mi Alejandra o Sofía. Si me voy a mis primeros años, mi recordada
Aurora, o de Joven mi Luz Mery del puerto o la morena Valentina.
Es
claro que por ellas perdí el tiempo, pero no sé si tanto, yo digo que un
instante con ellas bien valía la pena para sentirme vivo.
A
cada una de ustedes las conocí en distintas edades algunas más jóvenes que
otras pero todas han florecido y he podido ver aquello.
Si
hubiera que decirles algo valioso, todas, sin excepción en su momento dieron
sentido a mi vida, dieron fundamento a mi existencia.
Quizás
ahora, en esta soledad, sea lo más honesto que me pueda decir a mí mismo. Todas
me dieron mucho, quizás sin darse cuenta, al igual que me supieron quitar mucho,
y también puedo decir que quizás sin darse cuenta.
Francisca,
Anita, y la hermosa Fiorella no me es posible olvidarlas, pues ellas supieron
que mi pecho, en algún momento se estremeció con su sola presencia. La gran mayoría,
con un platonismo puro e inocente, e incluso a la distancia, otras con un
contacto ya más adulto.
Mención especial tiene la mujer que fue mi esposa y es la madre de mi hijo, una buena persona, una buena mujer y gran madre. Yo no era para ella, yo era poco para ella, y si de franqueza se habla, la quería más como amiga que como esposa para toda la vida. Aun está presente en mi mente y en mi corazón.
Y como de confesar se trata, a mi pequeña princesa Paulita, te quiero decir que siempre estás en mi corazón, incluso desde antes de nacer, y aun desde cuando por primera vez te ví en brazos de tu madre. Quizás me acerque alguna vez, sin embargo, aun creo que te podría hacer daño, aun cuando yo no lo quiera. Lo que tengo claro es que tu estás mucho mejor con tu madre en este tiempo.
Mención especial tiene la mujer que fue mi esposa y es la madre de mi hijo, una buena persona, una buena mujer y gran madre. Yo no era para ella, yo era poco para ella, y si de franqueza se habla, la quería más como amiga que como esposa para toda la vida. Aun está presente en mi mente y en mi corazón.
Y como de confesar se trata, a mi pequeña princesa Paulita, te quiero decir que siempre estás en mi corazón, incluso desde antes de nacer, y aun desde cuando por primera vez te ví en brazos de tu madre. Quizás me acerque alguna vez, sin embargo, aun creo que te podría hacer daño, aun cuando yo no lo quiera. Lo que tengo claro es que tu estás mucho mejor con tu madre en este tiempo.
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