Cada cierto tiempo, y de forma periódica me
corresponden turnos en la noche. Al igual que hace ya casi treinta años, me doy
el permiso para viajar en el inconsciente, ahora, eso sí de manera despierto, o
en vigilia. Es como si anduviera en una cápsula espacial o el submarino
amarillo de The Beatles, navegando por el cada vez menos oscuro océano del inconsciente
colectivo.
Cada experiencia vista por mí, escuchada por
mí hecha por mi, es vivenciada por otros en forma de sueño, de realidad
onírica.
Para mí es claro que es mi vida y es la única
que tengo y debo vivirla, así como lo hace toda la humanidad con la suya. Yo
sencillamente viajo en esta cápsula de colofón observando y siendo observado
día y noche. Para mí no es necesario gastar en excentricidades, aunque a veces
me doy lujos que pueden costar caro, solo debo vivir cuidarme, y cuidar de los
que yo quiero, al nivel que puedo. Lo que para muchos pudiera ser considerado
una cárcel, para mí es simplemente mi vida, vivida arriba de un escenario y
cuyo público está presente siempre.
Por fortuna, tengo amigos, que de alguna
manera logran encubrir aquellos hechos de mi vida que, comunes a muchos y otros
a todos, hacen que merezcamos la necesaria intimidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario